Recuerdos del ayer de una junta festera

50 aniversario de la Asociación Santa Marta. Pioneros de la entidad a la que se encomendó la organización de los Moros y Cristianos de la Vila Joiosa en 1963 repasan anécdotas y sucesos de aquellos primeros años en un encuentro propiciado por la actual cronista de las fiestas, a fin de recoger sus testimonios en el libro de fiestas para que no caigan en el olvido.

Raquel lópez El «nardo» con pajita. ¡Cuando se ha visto algo así! El nardo, que siempre se ha bebido sin nada, servido en copa, con pajita. Desde que lo sirven los «castellanos»… El apunte era comentado ayer por Pascual Quesada (81 años), Jaime Vila (84) y José Baldó (75) mientras aguardaban a que llegaran los amigos con los que, medio siglo atrás, constituyeron -a voluntad del alcalde Juan Llorca Agulló- la Asociación Santa Marta de la Vila Joiosa, entidad a la que se encomendó la organización de los Moros y Cristianos. Teresa Zaragoza, la actual cronista oficial, los citó para recoger sus testimonios en el próximo libro de fiestas. El resultado fue un encuentro entrañable y divertido, lleno de anécdotas y de referencias a gente que ya no está.

Son pocos los que quedan vivos de aquel grupo de festeros que se enroló en la ardua tarea de poner en marcha una asociación que evitara que a las fiestas les pasara lo que al Guadiana, que aparecían y desaparecían sin orden establecido. Lo consiguieron. Desde entonces no han fallado un año y las fiestas en muchos aspectos han ido «a más», aunque en otros, inevitablemente, han perdido, como en la «idiosincrasia» vilera que tenían antaño, según los presentes.

Al grupo se han unido Francisco Climent (84 años) y Jaime Galiana (quien a sus 77 aún sale en fiestas). Faltan, de los convocados, Juan Miguel Ronda, José Soriano y Marcos Lloret. Pero el repaso de aquel primer año de hace 50 ya está iniciado.

Pascual Quesada quiere recordar, como primer punto, a las protagonistas olvidadas. «Si hoy se celebran las fiestas es por culpa de las señoritas que con todo su esfuerzo iban recogiendo la cuota por las diferentes casas de La Vila, sin cobrar nada, de puerta en puerta». Los Moros y Cristianos, cuando los «tomó» la asociación, no recibían dinero del Ayuntamiento. Éste solo «se encargaba de actos concretos, como los fuegos artificiales u organizar el concierto de bandas, porque lo que son las compañías se organizaban solas», dice Jaime Vila, quien aprovecha el turno para recordar que aquel primer concierto, hecho en el antiguo parque de la Creueta, tocó «La Primitiva de Liria, que era la mejor».

La música fue en cierto aspecto el origen incluso de la asociación. Jaime Galiana toma el tercio. Al parecer uno de los años en los que la convocatoria festera pinchó, «Els Pollosos, que ahora son Beduins, se fueron cantando a la casa del cura ‘Paloma mensajera’, escrita en valenciano y castellano para reclamar las fiestas, junto a una pantomima de los Moros hecha en la playa». Asienten todos y añaden: «El alcalde después de aquello hizo un llamamiento a los festeros para hacer una asociación. Muchos de los que fueron no volvieron. Otros nos quedamos y lo hicimos», dice el compañero ignorando, como los demás, las tres bandejas rebosantes de tartas llenas de azúcar que hay sobre la amplia mesa del local de la asociación festera.

Tras recordar el origen y la presentación, en el desaparecido teatro Olympia, llega el turno de hablar de las mujeres. Todos defienden la presencia de éstas en las fiestas de Moros y Cristianos de La Vila desde el principio, incluso en el único acto en el que tenían prohibido participar, el Desembarco. «Muchas salían con un pañuelo en la cara, hasta que en el 83 o el 84 se hizo una gestión con el Comandante de Marina, Olvido, que ya lo auctorizó». Claro que entonces, según explican, el Desembarco era más peligroso. Más que barcos eran pequeños faluchos en los que se portaban los cañones con su pólvora… algo que hizo que un año uno de ellos se quemara.

Además las mujeres cosían trajes, elementos para los boatos y salían como «cantineras» integradas en la Entrada, dando vino a quienes caían.

Pascual hace un inciso en el avance para rescatar algo más sobre el Desembarco. «La ventaja era que la playa era profunda, los barcos llegaban hasta las piedras de la orilla y ahí se desembarcaba, la playa actual lo ha estropeado». Da otro dato, el coste del primero organizado por la asociación: 18.000 pesetas. Salieron del acto empapadas ya que él, que los llevaba encima, tuvo que tirarse al mar a empujar una embarcación que no terminaba de llegar a tierra. El fin de aquel dinero era pagar 1.000 pesetas a cada uno de los 18 marineros que llegaron con sus botes de Benidorm, Altea y Campello para hacer posible el acto.

La conversación parte a las compañías y de éstas a lo que costó consolidar Contrabandistes, a punto varias veces de desaparecer. Y de quien desapareció, la reina de las fiestas. «La hubo porque había fiestas patronales sin Moros, pero no tenían que ver y por eso no se echa de menos». «La presentación de la reina era mejor que la de los cargos festeros y los reyes tampoco tenían entonces la importancia de ahora». Todos coinciden en el motivo de su desaparición: Nadie quería quitar el cargo, pero no nadie tenía dinero para aguantarlo.

El dinero en escena con reyes y boatos. Los primeros fueron los que más percal tenían. «Vicent, el del chalet Centella y el bisnieto del doctor Esquerdo. Al segundo año, un rey noruego, que hizo de rey Moro, con un argelino- francés, que hizo del rey Cristiano». Sobre los boatos, piden más calidad y menos cantidad. «Los desfiles se hacen hasta que sale el rey de lo largos que son sin necesidad».

No faltan tampoco los beodos en la conversación. Que no es lo mismo divertirse que «fer el porc» como dice Vila. La conversación se anima, pero ante la restricción del papel, su predicción al futuro de la «festa»: «Magnífico».

Fuente: www.diarioinformacion.com

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